No tengo dinero para volar en helicóptero, pero si me esfuerzo para llegar hasta donde mi cuerpo y alma me lo permita.
Tenía buen tiempo de no ir a dormir a la montaña, habíamos planeado la fecha y el día llegó, casi dos años de no ver a mi amigo gRichmond, el team Cacho Negro se había vuelto a reunir.
Allan Valverde nos recogió a eso de las 3 am y partimos rumbo a la zona sur, era un sueño que queríamos cumplir desde que observamos una fotografía tomada desde el cerro Kamuk hacia unas gigantescas rocas ubicadas en el P.I.L.A a 2690 msnm.
Nos esperaban muchos kilómetros montaña adentro, llegamos a un lugar donde nos recibió una familia demasiado hospitalaria, nos dieron un buen desayuno, terminamos de acomodar bolsos y a las espaldas, cargados con el equipo y comida necesaria para pasar los tres días.
Empezamos a caminar a las 10 am, el señor que nos recibió iba a ser nuestro guía en la gira pero se le complicó la hora de salida, le dijimos que no teníamos problema en ir solos ya que Allan y Hunter habían ido en otra ocasión, estuvo de acuerdo y que nos iba a llegar al campamento.
Apenas dábamos los primeros pasos y comenzó el ascenso, estábamos a 1140 msnm, los 4 estábamos fuera de forma, pero estábamos felices de ir respirando aire puro, dejar las presas, la contaminación de la ciudad, y la problemática con el virus que apenas iniciaba, realmente estábamos valorando la naturaleza en cada paso.
Atravesamos las Sabanas Esperanza y su hito Anza bajo un fuerte sol, luego nos metimos nuevamente al bosque, la vegetación era bastante cambiante, llegamos a una quebrada donde el agua corría muy lento pero era justa para recargar botellas, por dicha observamos bien que unos metros arriba había una letrina de danta. Recargamos y a seguir adelante, aún faltaba bastante para el campamento.
Pasamos el cerro Tebe con su hito, cruzamos el cerro Platanillo y llegamos a la línea divisoria, dejamos el Pacífico e ingresamos al Caribe, empezamos en Puntarenas y ya estábamos en Limón, atravesando una vez más una parte de la gran cordillera de Talamanca, la montaña se empezaba a oscurecer, hicimos una bajada y al ser las 5 pm llegamos al punto donde íbamos a acampar. Instalamos las hamacas y tienda rápidamente, luego a preparar la cena. Ellos cocinaban y yo los grababa, normalmente no cocino, mi comida es fría porque cambio el peso y espacio de ollas por equipo para documentar la gira, aunque en muchas ocasiones van de paseo por mal clima, pero tenía la fe de seguir documentando la gira, de momento todo iba de maravilla.
Parecía que quería llover, pero aún así Tavo y yo estábamos soñando con ver el amanecer desde lo alto de las rocas, nos fuimos a dormir temprano ya que la alarma sonaría a la 1 45 am, y así fue, a las 2 ya íbamos caminando, Hunter y Allan sabían lo que faltaba por recorrer y prefirieron seguir durmiendo, lo harían cuando saliera el sol.
Casi dos años de que nadie pasaba por ahí y el bosque nos empezaba a pasar la factura, en muchas partes el trillo se perdía y por lo tanto perdíamos tiempo tratando de encontrarlo a puro instinto ya que el GPS no era tan preciso en esa montaña tan espesa.
Las horas avanzaban y nosotros estábamos lejos de hacer cumbre, el clima no era malo pero tampoco alentador, ya mi mano presentaba un gran dolor producto de una vejiga por el machete, Tavo me respondió creo que dormido que si el volaba machete se cortaba una mano, iba casi que por inercia, me pidió que descansáramos y aunque deseaba seguir vi que ya no teníamos el suficiente tiempo para llegar al amanecer y nos detuvimos, nos acostamos sobre la hojarasca, se vino un buen aguacero y dormimos una hora en medio de la nada.
Al ser las 6 am vi como un claro entre el bosque, nos levantamos y seguimos nuestro rumbo, el tiempo seguía avanzando rápidamente y nosotros no, aún con claridad el bosque era muy complejo, atravesamos varios columpios hasta que empezamos el trepón final, nos enfrentábamos a una gran pared boscosa, Tavo me pidió el machete y casi se lo tiro en el pecho, pasábamos por túneles de lana y arbustos, hasta que llegamos a un punto donde había una raíz levantada de un árbol caído, creíamos que hasta ahí íbamos a llegar, no encontrábamos la pasada, y un paso en falso y nos devolvimos por lo menos 100 metros, la única posibilidad se veía mortal pero Tavo encontró la correcta y seguimos avanzando. Al ser casi las 9 hicimos cumbre, casi 7 horas nuevamente, y lamentablemente estaba completamente nublado, tal y como lo habían visto la vez anterior nuestros compañeros, pero la idea era esperar ahí hasta que en algún momento se despejara, aunque de pronto se vino una llovizna congelada que parecía apagar las esperanzas.
Empezamos a desayunar y luego pasó lo inesperado, Tavo empezó a cantar, “señor sol, sol, dame tu calor… “ y no la había terminado de cantar cuando se hizo una ventana, pudimos empezar a ver un poco las montañas cercanas, de inmediato saqué “el avión” y se hizo una ventana mayor, no lo podíamos creer, mis manos temblaban demasiado producto del frío, la emoción y los nervios, parecía que me iba a desarmar una vez más, pero no puedo describir la sensación cuando se está en esas condiciones.
El esfuerzo era premiado, de pronto podíamos ver a lo lejos el Valle del Silencio y el cerro Pittier, estábamos a menos de 4 kilómetros de la frontera con Panamá y observamos bastante cerca uno de sus cerros, el Fábrega, también se veía el mar Caribe, el Kamuk permanecía con una gran nube. Un poco después llegó Allan, Hunter y el guía, estaban también emocionados que en esta ocasión se le había hecho, admiramos un rato más lo increíble que es la naturaleza y de regreso al campamento donde estaban las tiendas y comidas, tocaba bajar la gran pared.
El camino de regreso fue mucho más rápido, a las 4 pm estábamos en el campamento, cenamos y lo bueno de la montaña es que uno no pierde el tiempo en televisores, computadoras y demás, poco rato después de que cae el sol nos vamos a dormir.
Más de 9 horas de sueño, nos levantamos, desayunamos, recogimos, y a empezar a bajar de regreso a casa, curiosamente a pesar de ser principalmente bajada duramos 7 horas en el regreso, nos bañamos y nuevamente un gran almuerzo nos tenían preparado, algo que normalmente no sucede, toca regresar cochinos y con hambre buscando desesperadamente la primer soda o pulpería.
Y así terminó una gran gira cargada de buena actitud, respirando el aire puro de la montaña.